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Enraizados en el Amor: El Apego y el Corazón de la Maternidad

  • Writer: Eduardo Mauricio Cristiano-Hernandez
    Eduardo Mauricio Cristiano-Hernandez
  • May 11
  • 3 min read

Updated: May 16


Mi Madre De Pequeña
Mi Madre De Pequeña

El Día de las Madres suele celebrarse con tarjetas hechas a mano, flores y desayunos en la cama. Y sí, esos gestos tienen un valor profundo. Pero más allá de los regalos y las tradiciones, este día nos ofrece una poderosa oportunidad para reflexionar sobre algo aún más profundo: los lazos emocionales que se forman desde el principio—sí, desde el vientre de nuestra madre.


Como terapeuta que trabaja con individuos y parejas a través del lente de la Terapia Focalizada en las Emociones (EFT) y principios psicodinámicos, suelo regresar una y otra vez a un tema central: el apego. Ese hilo invisible que comienza en la infancia y se entretiene en cada relación, cada momento de conexión y cada ruptura emocional a lo largo de nuestras vidas.


Pero, ¿qué es exactamente el apego y por qué es tan importante—especialmente hoy?


La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby y ampliada por Mary Ainsworth, nos enseña que nuestras primeras relaciones—usualmente con nuestras madres o cuidadores principales—forman un plano emocional. Nos enseñan cómo amar, cómo confiar, cómo pedir ayuda y si creemos o no que somos dignos de ser cuidados. Estas lecciones no llegan en forma de discursos, sino en canciones de cuna, en brazos extendidos durante un berrinche, y en un susurro tranquilo de “aquí estoy” en medio de la noche. Repito, esos momentos NO se desarrollan en forma de discursos, SINO en canciones de cuna, en brazos extendidos durante un berrinche, y en un susurro tranquilo de “aquí estoy” en medio de la noche.


Un niño desarrolla un apego seguro cuando su cuidador responde de forma constante con calidez, sensibilidad y sintonía emocional. Esa sensación de seguridad emocional se convierte en la plataforma desde donde nace el valor, la curiosidad y la capacidad de conectar. Y en la adultez, quienes tienen un apego seguro suelen establecer relaciones sanas, expresar sus necesidades y confiar en el amor.


Pero no todos los caminos comienzan desde la seguridad.


Muchas madres hoy están criando mientras sanan—luchando con sus propias heridas de apego, tratando de ofrecer algo que nunca recibieron. Ese trabajo es un acto de profunda valentia. Romper ciclos, presentarse de otra manera, nutrir cuando ellas mismas no fueron nutridas—eso es un trabajo silencioso pero radical de transformación. Y es hermoso.


Y hay madres que no pudieron sanar a tiempo. Tal vez su propio dolor y trauma crearon barreras que nunca supieron cómo superar. Tal vez no pudieron ofrecer un amor seguro porque nunca lo conocieron. Sus historias también merecen ser vistas con compasión—no para justificar el dolor, sino para humanizarlo.


Así que este Día de las Madres, ampliemos nuestra celebración. Honremos no solo el título de “madre”, sino también el trabajo emocional que implica amar con intención. Dediquemos espacio a las madres que amaron con todo, a las que hicieron lo mejor que pudieron, a las que siguen aprendiendo, e incluso a aquellas cuya ausencia dejó una herida.


Y recordemos: nuestras historias de apego no están escritas en piedra. La sanación es posible. La transformación es posible.


Porque el amor—cuando es seguro, constante y confiable—no solo es hermoso.


Es transformador.


Con mucho cariño,


Eduardo


P.D. ¡Feliz Día de las Madres, especialmente a la mía, Mami Rosa! ¡Te amo, Mamá! ¡Te debo todo lo que soy hoy—mi éxito y más!




 
 
 

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